CORONA 2020

ENCIERRO

Qué tiene de diferente este encierro a otros encierros? Esty Schapiro, la protagonista de la serie Unorthodox, aspira a salir de la comunidad ultraortodoxa de Brooklyn donde ha nacido y se ha criado, para ingresar al mundo "civil", a la sociedad moderna y secular. 

Los habitantes de buena parte del planeta esperamos, impacientes, que finalice la reclusión por la pandemia y podamos retomar nuestras vidas normales.

Toda situación de confinamiento implica una lucha entre el adentro y el afuera. El interior es seguro, amigable, protector, mientras que lo externo se ve como peligroso. La amenaza consiste en que "algo" viene de ese afuera y, si ingresa al sitio cerrado, puede enfermar e, incluso, matar. Lo de afuera invade, impurifica, contagia, destruye una existencia que consideramos sana y correcta.

En la pandemia, esa amenaza es biológica y avalada por la ciencia. En las comunidades ultrarreligiosas o sectas de cualquier tipo, el peligro es más del orden moral o ideológico. Pero el paradigma científico del virus funciona perfectamente como alegoría para el otro plano. En ambos casos, una forma de vida corre el riesgo de ser disuelta o aniquilada. (Ver, si no, el imprescindible y actualísimo libro de Roberto Esposito, Immunitas). Una diferencia clave entre el caso de la serie y la pandemia es que, en el primero, el encierro de ese grupo es permanente, una forma de vida elegida (o acatada) como "normal". Hay allí, en general, conformidad y alegría. En el segundo, es una situación temporaria, aceptada como medida imperiosa pero con la perspectiva de que llegue a su término en un tiempo relativamente corto. Lo "normal" está afuera. El confinamiento es anómalo y por razones de fuerza mayor. Su afecto es la resignación.

 Pero en ambos, tal como en las películas tipo Alien, se percibe que seres extraños, venidos de otros mundos, se apoderan de los humanos y los transforman en otra cosa, los "desnaturalizan" desde adentro. Fantasía nada nueva: ya desde la más remota antigüedad sabemos de relatos acerca de posesiones demoníacas y fantasmas por el estilo. Tal vez, era la forma de expresar algo que siempre hemos sabido -sin saber que lo sabíamos- acerca de la estofa "impura" de lo humano. Luego llegará Freud para anoticiarnos de que estamos, en efecto, habitados por una alteridad que, lejos de ser exterior y ajena, es el carozo mismo del sujeto. Ese intruso -el inconsciente- adopta por momentos el rostro de lo Unheimlich, lo siniestro, lo que anida en lo más íntimo y es, a la vez, lo más extraño. A partir de ahí, la barrera entre interior y exterior queda horadada: lo más amenazante puede estar aquí mismo, dentro de casa, en mi cuerpo.

Así lo siente Esty: para ella, la presión endogámica es insoportable. No hay allí singularidad, cada generación es un pasaje de lo mismo a lo mismo en una reproducción calcada. De ahí que ella afirma, una y otra vez: "Soy diferente". Pero es justo eso lo que se percibe como amenaza: la diferencia. La alteridad. Su salud, intuye la chica, está en el afuera. Paradójicamente, para ese grupo la libertad solo se da en el interior, allí donde pueden practicar sus rituales y sus costumbres sin ser perseguidos ni cuestionados. Para Esty, esa es su esclavitud: no se puede NO practicar esas costumbres. No puede elegir.

Podemos nosotros? Somos tan libres como creemos? Es solo un virus lo que nos confina y nos encierra? La renuncia a toda tradición, a la transmisión de mensajes milenarios, el desprecio por rituales que consideramos "primitivos", la compulsiva ansiedad por ser híper modernos… No son otras tantas formas de estar prisioneros de imposiciones que no percibimos como tales?

Espero ansiosa una segunda temporada de Unorthodox. Habrá que ver si ese mundo idealizado, esa vida con la que Esty sueña no trae, también, otras formas de sumisión y angustia, otros empujes de violencia soterrada y de exigencias que se presentan con el rostro encantador de la elección personal.

Quizás las antinomias tan férreas (adentro/afuera, antiguo/moderno) sean engañosas, y debamos reconocer, como adultos, que la realidad es más compleja, contradictoria y mixta de lo que nuestros sueños infantiles nos hicieron creer.

Diana Sperling

Bs. As, abril 2020





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